Se lo explicaba así a un amigo que es además profesor de derecho romano y de teoría del derecho: sucede que por estos días leo a Jacques Derridá, el filosofo francés de la decosntrucción, quien tiene de entre las que conozco una de las teorías de la justicia que me parece más apasionante y amplia; por otro lado sigo coleccionando libros de filosofía, de teoría social y de teoría del derecho y después de escribir mi tesis doctoral lo único que se es que siempre hay algo nuevo para aprender, en lo que no he leído o en lo revisitado. Pero - le digo- lo que mas me sorprende es que en los últimos fallos estoy discutiendo con los jueces y redactando sendos recursos ante sus fallos, cuestiones que son de primer año de derecho: la teoría del acto jurídico, es decir cuando un evento y un acuerdo entre sujetos pasa a tener relevancia jurídica, en que momento general obligaciones, derechos y deberes; la relación entre procesos económicos o sociales y derecho o la importancia de la buena fe.
Por ejemplo, en una sentencia en que alegábamos que el trabajador había firmado un finiquito engañado y bajo la creencia que ya no se realizaría más la labor que él desempeñaba dentro de la empresa, el juez desecha la posibilidad de error por que el trabajador se había enterado después de firmado el finiquito. Es para desmayarse, por que por cierto si no hubiese habido error simplemente no habría firmado nunca, y de algo errado solo se toma conciencia después de lo obrado cuando algo nos demuestra que es erróneo. No me parece tan difícil.
Otro ejemplo: una juez que resuelve un punto no razona nada, solo escribe varios folios y a la hora de resolver señala que ella antes, en la materia, adhería a otra tesis pero como hay fallos recientes de la Corte Suprema que dicen lo contrario ella simplemente adhiere a estos nuevos fallos, como si se tratase de un acto de fe, de una religión o de una propuesta de vida, sin explicar nunca por que adhiere, en donde esas sentencias se encuentran con el problema que ella debía resolver.
Mejor no sigo preguntándome, que la frustración empieza a parecer indignación, precisamente por eso, por que cuando a uno que intenta estudiar y ser serio le disparan burradas burras, o flojas o tendenciosas, ciertamente siento que afectan mi indignidad y liberan mi legítimo derecho a indignarme. A menos que por cierto el superior de quién depende mi ascenso diga otra cosa, que en ese caso adhiero a ello. Mi jubilación bien vale la pena.
Estimado amigo, a pesar de que tengo claro que a usted no le cuesta mucho esfuerzo indignarse, me veo en la obligación de decirle que las “burradas burras” no se dan solo en el ámbito jurídico, si no que se dan en todos los niveles y estamentos de la vida cotidiana. Obviamente esto resulta indignante e indigno para quienes lo tienen que ver, y más para quienes lo tienen que tolerar, pero es una realidad “in crescendo” con la cual vamos a tener que aprender a convivir.
ResponderEliminarEs así como día a día tenemos que lidiar con jefes burros, políticos burros, clientes burros, profesionales burros, secretarias burras, cobradores burros, amigos burros y en algunos casos que no deseo mencionar para proteger a los culpables, hasta con parejas burras, lo peor es que hasta las instituciones parecen estarse "burrotizando” cada día más. Para muestra un botón y como es bien sabido por usted, cuando alguien tiene una deuda en una casa comercial o con una entidad financiera y desea realmente pagar ¿qué soluciones le ofrecen? Fácil, repactar su deuda a través de una empresa de cobranzas, poniendo intereses sobre intereses y gastos de cobranza sobre gastos de cobranza, cosa que al final no pueda pagar, le embarguen los bienes y quede tanto o más endeudado que antes... ¿es o no una burrada?. Y mientras nuestros legisladores burros pelean a causa de una intendenta burra y emiten leyes burras que se transforman en letra muerta, o en ganancia para los que ya se lo han ganado todo, no son capaces de ponerse de acuerdo para legislar sobre la quiebra de las personas.
Si además consideramos que las personas estamos adquiriendo una actitud facilista gracias a la inmediatez con que obtenemos todo en tiempo real, lo cual ha alienado nuestra capacidad de imaginar, pensar y razonar, ¿por qué nos habría de extrañar que los jueces no piensen y se limiten a acatar fallos de una alta, senil y arcaica magistratura? ¿para qué pensar si en teoría, alguien ya lo hizo por nosotros?
Como ve estimado amigo, la "burrada" se está instalando en un lugar privilegiado dentro de la "idiosincrasia" del chileno. ¿se ha fijado que más allá del significado etimológico de la palabra “idiosincrasia”, aplicada a las características chilenas podríamos definirla como una “idiotez sin gracia”? Se lo digo porque este tipo de idiotez a mi ya no me hace ninguna gracia.
Pero yendo al quid del asunto, parece que esta "burrotización" de la sociedad chilena tiene que ver con la pérdida de la visión universal que solía dársele a la educación, y tal como lo esbozaba más arriba, con la "instanteneidad" de las cosas como consecuencia de los avances tecnológicos. ¿recuerda usted que nosotros en el colegio teníamos todos los ramos aunque fuéramos buenos para una área en particular? ¿se acuerda que teníamos que investigar en libros, resumir la información y redactar los trabajos?. Es cierto que ahora en nuestra vida adulta, podemos “googlear” cualquier duda que nos surge y obtenemos respuestas e información en forma inmediata, pero en nuestra niñez y en nuestra adolescencia tuvimos obligadamente que aprender a pensar.
Bueno, ya me he alargado lo suficiente y solo nos queda ver como enfrentamos los desafíos que nos impone esta sociedad cada día más “burra”. Lo único que lamento es que el noble animal cuyo nombre estamos utilizando en sentido peyorativo, es mucho menos "burro" que muchos de los humanos o humanoides con los que he debido lidiar, que la leche de la hembra solípeda de la especie referida tiene propiedades reconocidas desde épocas ancestrales, y que el macho por su parte, tiene rasgos que muchos viriles varones envidian.
Un abrazo y concordando plenamente con usted, se despide,
Rodrigo Dinamarca M.