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Concepción, Bio Bio, Chile
Abogado. Maestro en Teorías Críticas del Derecho. Doctor en Derecho en DDHH y Desarrollo.

jueves, 18 de noviembre de 2010

VOLVER AL BARRIO.

Acabo de hacer dos cosas fundamentales en la cotidianeidad: ir a comprar cosas para comer y sacar a mi perra Tomasa a que camine y haga sus necesidades. Me fui al almacén de la calle de enfrente y al pagar, ups, sorpresa, había dejado la billetera en casa, sobre la mesa. El dueño que estaba en la caja me dice, vaya, a la vuelta me trae el pago. Lo que me hizo recordar a mi amigo el danés, que días después del terremoto del 27 de febrero, sin haber podido trabajar acudió hasta el boliche de la esquina a pedirle a doña Rosita un favor por el que sentía algo de incomodidad pero no vergüenza: necesitaba lácteos para sus hijas pequeñas; la doña le entregó leche y yoghurt para las chicas. el y yo volvimos lo más pronto posible a pagar la deuda. Esto no habría sido posible en el supermercado aunque conociésemos a la cajera o al administrador; allí todo opera en base al dinero y a la desconfianza de los ajenos.
Y ocurren un sinfín de cosas similares diariamente que marcan la diferencia entre una forma comunitaria de vida en que resguardándose el recibir dinero, ese mal mediador, para cubrir las necesidades que cada uno tiene, el barrio permite que no todo sea una relación de dinero ni una relación entre ajenos. Extraños tal vez, pero no ajenos. Se trata de una serie de anécdotas que no solo son eso sino verdaderos modelos de como se enfrenta la construcción de lo social que están en juego:
  • Una chica del departamento de enfrente se ha quedado puerta afuera cuando voy saliendo, pero le digo espera dentro, no hay problemas. Unas semanas después su madre que es también ya una amiga nos invita a comer el domingo en que teníamos una gran pereza de levantarnos temprano para ir a comprar algo.
  • La mujer del kiosco me avisa todos los meses cuando ha llegado alguno de los periódicos que leo, esos que no son la prensa oficial (Le Mond´e Diplomatic, El Ciudadano, The Clinic) y del libro del mes o que ahora si Rockaxis va a volver a traer Cds de música. Me lo llevo a casa y se lo pago con el diario del domingo.
  • Una pareja, ambos un poco menores que nosotros, ha instalado una venta de sandwich y hacen unas hamburguesas alemanas fantásticas. Aquellas tardes en que queremos golosear los llamamos y le pedimos dos, diciéndoles que nosotros iremos a buscarlas, así aprovechamos de sacar a Tomasa a estirar sus cuatro patas. No nos esperan a que paguemos, al llegar están listas y mientras uno de nosotros paga el otro en la panadería del lado compra pan negro para el día siguiente y la repostera regalonea a la perra con cascaritas de sus dulces.
  • El conserje del edificio que es un poco chismoso, es cierto, nos cuenta lo que va sucediendo y mientras hablamos con él vamos saludando a los vecinos que llegan y se van. Unos saludan y otros no. Coinciden los saludantes con la vecina que un día de lluvia nos trajo dos cuadras en su auto o con el vecino que al verme discutir con dos sujetos que no habíamos visto nunca por aquí salio con su sorpresa guardada por si acaso, a ver que ocurría.
Ninguno de éstos personajes es bueno ni malo, santos o héroes: Todos arrastramos nuestras cargas emocionales, nuestras virtudes y nuestras miserias. Pero lo que cada una de éstas acciones demuestran es que existen modos de vida alternativos posibles de construir; en que la comunidad es a la vez real e irreal. Real por que está allí operando, con idénticos problemas y fragilidades que la macroeconomía, pero funcionando. Irreal por que en verdad no existe por si misma, es necesario practicarla, hacerla cada vez repitiendo estas conductas, hasta que la línea de lo real y lo posible se va des dibujando.

En el modelo que propugna El Mercurio y que a los ministros de hacienda les parece productivo y lucrativo, todo operaría de manera distinta: lo ideal es que exista por acá un mega supermercado que traiga muchos productos y de mucho trabajo extendido y pagado al mínimo, por que en esos grandes volúmenes de venta y de dinero es posible seguirlos para mantener un porcentaje de inflación mensual controlado. Nadie puede llevar nada si no tiene dinerno de manera inmediata en su bolsillo. Las necesidades del otro no importan. Es que si todo eso que se necesita debe ser pagado alguien hará de ello una empresa, pequeña al principio, que si crece será devorada por una gran empresa, probablemente duela también del supermercado y de las empresas que lo proveen, por que al final en el país del capital casi todo pertenece a los mismos ricos que viven en "Los Altos de alguna cosa" y que se cansan entre ellos y compran a los pequeños lo que a ellos y a los ciudadanos de pie, que algunos también andan en auto, aunque no lo piensen así, esos ricachones les venden carísimos. Los lácteos que las chicas necesitan se venden con una tarjeta plástica que por esos días de desfase ganan intereses que van a a un banco de los mismos que emiten la tarjeta plástica. La chica puerta afuera debe llamar a esas horas en que el comercio ya se encuentra cerrada a una empresa que provee cerrajeros que cobra el precio y el sobreprecio o quedarse allí al friío su resfriado sirve a las farmacias de los mismos grupos económicos de los bancos, los proveedores y los supermercados. La kioskera es innecesaria, para eso están las suscripciones a los periódicos o mejor aún, que la gente no lea nada, capaz que se ponga a pensar, como en la nueva propuesta educativa de aumentar horas de lenguaje y matemática pero con menos clases de historia para que la gente olvide de donde viene. Las hamburguesas deben ser Macdonald o chiken algo y con mujeres que cocinan con delantales y poca paga y ojalá ubicados en grandes centros comerciales para que los giles que comen hamburguesas vitrineen y compren cosas innecesarias. Lo importante es que compren. El vecino que discute con unos forasteros debe no dialogar ni debatir sino tener miedo y que nadie colabore. La solución ideal es una empresa de guardiasue nos ayude a ser anónimos encerrados y que permita que un oficial de ejercito que a diferencia del obrero que se jubila a los 65 años se retira a los 50 pueda ganar dinero como asesor. Es bueno que en el año calendario se gaste en seguridad privada lo mismo que en la policía. Así los segundos paree no dan abasto y los primeros ganan dinero a costa de la seguridad pública en empresas que están relacionadas con os dueños de los supermercados, los proveedores, los bancos  los dueños de los shoping center. Todo es maravilloso, si tiene dinero soluciona todo, de lo contrario, bueno trabaje y haga dinero para que el país funcione.

En el barrio en cambio ud puede no tener dinero y llevarse por un tiempo fiado.Si no paga todos sabrán que es fresco y si pone empeño en saludar a los vecinos estos le comentarán cosas, le darán información o una sonrisa y hasta lo protegerán o ayudarán si pasa algo. El dinero es un mal necesario pero que queda supeditado a la lógica de las necesidades y el encuentro. Podemos incluso ser extraños pero nunca ajenos. Da lo mismo si yo soy gasfiter, abogado o vendedora. Si Ud. sonríe funciona otra economía muy real en que el dinero es solo una parte y lo que importa son los miembros reales e irreales de la comunidad: reales que son de carne y hueso y emociones; irreales por que un día no los conocíamos y luego empiezan a sonreír y conocerse y aparecen como fantasmas que se van corporeizando. No todo se compra y se vende.

Nada de ésto les interesa a los ministros de hacienda. Yo no me he puesto a sacar cálculos exactos pero estoy seguir que pesos más pesos menos el  modelo comunitario es más barato y cuando no al menos más gratificante que el de las filas en los supermercados par apagarle a una cajera que no puede demorarse en hablarte. Las mismas colas que uno hace en los bancos, las farmacias de las cadenas nacionales, los lugares de pagos de cuentas y donde se presta dinero, que son de propiedad de..., bueno, no aburro más.

Solo me pregunto si a algún economista le interesa sacar esas cuentas y demostrar como la micro-micro economía es la base de una otra forma de relacionarse.

Volver al barrio, cambiar la vida.

1 comentario:

  1. Está claro que probablemente muchos de nosotros -habitantes de este suelo pagado, hipotecado o usurpado- y con la complicidad ignorante de nuestra inconsciencia, hemos permitido hacernos parte de un imaginario virtual que ha sido potenciado por los medios de comunicación masivos tradicionales que obran en poder de quienes seguirán detentando el poder económico. Claro, porque las experiencias reales de contacto y conocimiento de nuestros vecinos del barrio al que pertenecemos y del entorno del trabajo, se han limitado posiblemente a un conjunto de relaciones de superficialidad.
    Hace cerca de cuarenta años, algunos sociólogos advertían acerca de la tendencia que ya se observaba en la convivencia social, respecto a que en las interrelaciones los individuos establecían contacto con otros en virtud de obtener una utilidad o conseguir algún servicio para sí, más que el interés en conocer a la persona misma. Hoy está confirmada aquella visión predictora, y no es casual el resultado que conocemos sino que es el producto, entre otros factores, de una escasez de espacios de creatividad y realización colectivos; de un deficiente y a veces ausente reconocimiento y valoración de la diversidad que constituimos cada uno de nosotros en nuestro entorno social más cercano como lo son el barrio, el trabajo, la escuela, el club deportivo, la universidad, etc.
    Y aquí, los mass-media han jugado un rol preponderante por cuanto han ayudado a institucionalizar la cultura de la insolidaridad (salvo cuando se trata de hechos mediáticos sobre los cuales se apuesta a obtener una alta rentabilidad política), la cultura del consumismo (que hoy tiene a un 50.6 % de jóvenes chilenos sin ingresos con un alto nivel de endeudamiento en el sistema comercial-financiero), y la cultura de la competencia desleal y del “triunfo” sin escrúpulos.
    Por esto y por más, es que no es menor la invitación que hace nuestro amigo Rodrigo a merodear por el barrio, a descubrir de nuevo nuestro micro-entorno, a mirar viendo como ayudados por una lente de gran angular. ¿Cómo sabe si a lo mejor, encontramos un buen amigo o tal vez un buen vecino?

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