En la edición del Diario Concepción del
domingo 7 de Diciembre del 2014 aparecen dos publicaciones sobre delincuencia
que merecen algunos comentarios: la editorial rigurosa y una entrevista al
Senador Alberto Espina que meceré observaciones por su falta de rigor y
profundidad.
De acuerdo con el Diccionario de la
Real Academia Española una falacia es el “Hábito de emplear
falsedades en daño ajeno.” De allí que en la teoría de la argumentación se
habla de la existencia de falacias argumentativas cuando se dan argumentos que
hacen lo que la definición citada señala: mueven argumentos falsos o no
exactos, que es un desplazamiento sutil de la falsedad, en beneficio de
reforzar una posición de interés, en el caso del Sr. Espina política, que no es
la parte que interesa debatir (no soy ni de gobierno ni de derecha). Esta
movilización de argumentos son de diverso tipo como la generalización
apresurada (conclusiones sin suficiente justificación), causa falsa, apelación
ad populum en temas de sensibilidad masiva, premisa problemática y circularidad
del argumento. Estas son las que se vierten por el Senador en un tema delicado
como es el de los crímenes y su sanción.
Todo esto debe ser despejado para
entender que en los argumentos de Espina se encubren una serie de premisas
ideológicas que han estado detrás de las teorías de combate a la delincuencia
en Chile desde 1994 a la fecha y que tienen su origen en una sola perspectiva
teórica de visibilizar el problema de la comisión de delitos, el conductismo
funcionalista, desarrollado en Chile por Paz Ciudadana.
La primera precisión es señalar que el
concepto delincuencia es polisémico y requiere que su uso sea cuidadoso. Si por
un lado denomina a un campo de conocimiento de un fenómeno sociopolítico
formado por la confluencia de comisión de delitos dentro de un sistema de
legalidad que tipifica ese delito, por otro es usado interesadamente para construir
un fenómeno social que sindica a personas como delincuentes sin que
necesariamente lo sean para el derecho penal y que crea un grupo social al que
llama delincuentes. El Sr. Espina la usa en este segundo sentido sin fijar
límites y la vuelve equívoca y engañosa. Eso es o poco riguroso o simplemente
intencionado, esperemos sea lo primero.
Salvo como campo de estudio la
delincuencia no existe de la manera como se presenta. Las personas son objeto
de violencia o de delitos (crímenes) pero no de la delincuencia que es algo
abstracto. Si se lee la entrevista podrá verse que se usa para referirse a
delitos como hurto, robo o narcotráfico, de manera que el crimen bajo el concepto
conductista funcionalista que usa Espina son cometidos siempre por des adaptados,
siempre de clase baja; pero nada dice de otros hechos que artificialmente son dejados
fuera de la delincuencia como fenómeno. Me refiero a estafas, uso de posición
económica abusiva, uso de posición social abusiva como la pederastia religiosa,
uso de información privilegiada, delitos de connotación económica sin victima
directa como colusión de farmacias o caso Penta, etc. Siempre que se habla de
delincuencia se usa para delitos de rapiña cometidos por pobres y no para actos
cometidos por ricos. Como
bien lo señala Augusto Thompson “la ideología convence que el crimen es cosa
típica de las personas pobres. Un individuo rico pues, puede llegar a ser
considerado por sus pares como deshonesto, inmoral, inmerecedor de confianza,
experto, impiedosos, un hombre de negocios duro, nunca, con todo, un verdadero
delincuente, un bandido, capaz de merecer los atroces torturas de una
penitenciaría”. (THOMPSON, Augusto. Quem sao os criminosos.
O crime e o criminosos. Entes políticos. Lumen Juris. Río de Janeiro. 1998.
Página 54.)
Las personas pueden ser víctimas de
violencia por fenómenos que van desde agresiones familiares, abusos de niños,
riñas, lesiones, uso abusivo de la fuerza por la policía (que no se señala como
delincuencia) o por crímenes como robo, hurto o estafas. Así lo señala
claramente el estudio del Barómetro de las Américas que la editorial del
periódico señala y que si es riguroso, usa los conceptos de violencia y crimen
y no la ambigüedad de la delincuencia. Lo que hay que combatir entonces son la
violencia y la criminalidad que tienen causas, ejecuciones y efectos circulares
y no lineales, que no se enfrentan solo con más mano dura, estrategia que en
Chile claramente se ha venido propiciando y usando desde el año 1994 a la fecha
en que Paz Ciudadana comienza su trabajo que nutre ideológicamente primero a la
derecha y luego de forma transversal al espectro político, como el Senador
Harvoe por ejemplo. No basta con
conocer y citar cifras de delitos, condenados y casos archivados como hace
Espina, se requieren preguntas más profundas que el Senador o no se hace o bien
desconoce, de modo que su cita resulta efectista pero insuficiente al punto del
simplismo. ¿Por qué se comenten tales o cuales delitos? ¿Por qué se persiguen
solo unos y no otros delitos, los mismos que son agrandados por los medios en
desmedro de otros? ¿Cómo leen los que cometen delitos a la propiedad la impunidad
a los delitos cometidos por las personas con dinero? Nada de esto está en la
reflexión, solo cifras sin análisis de causas. No hay ninguna reflexión acerca
de desempleo y falta de expectativas en las comunas de la Octava Región donde
crecen esas cifras. Tampoco hay una reflexión sobre la violencia, simplemente
ninguna. Es un análisis que nada aporta al fondo, solo pone una posición
interesada.
Segunda precisión indispensable. Espina
señala como medida para atacar la delincuencia la coordinación de policías,
fiscales y Jueces. Lo anterior es una aberración teórica y jurídica que llama
la atención siendo Espina abogado. Los jueces no deben estar coordinados ni con
las policías, ni con los fiscales ni con el ejecutivo ni con el legislativo ni
con el mundo privado o el mundo social. Los jueces son parte del Poder Judicial,
que es un poder independiente de todo otro poder del estado y poder social (o
debería serlo), que es llamado a regular y controlar a estos entes como también
a los fiscales y la policía, a decidir las controversias entre los miembros de
la sociedad. La posición de Espina es errada o es totalitaria. Esperemos sea lo
primero.
Tercera precisión. Señala una serie de
medidas de solución que consistiría en aumentar las atribuciones policiales.
Sin embargo todo lo que señala ya existe en el Código Procesal Penal y es presentado
como si no existiese, otra falacia argumentativa. El control de identidad está
para cosos de flagrancia; la posibilidad de realizar las primeras diligencias
al saber de la comisión de un delito también, de hecho lo primero que la
policía debe hacer no es intervenir sino aislar el sito del suceso para una
adecuada investigación; la Coordinación del Ministerio Público con la policía
es mandato legal pero son las policías las que deben subordinarse al fiscal y
no al revés. El tema efectivamente puede ser
la falta de capacitación; pero no se conocen o no tenemos estudios
acabados sobre el problema, lo que no es extraño en un país donde casi no se
hace investigación social profunda y aplicada. Sabemos del déficit de fiscales,
pero falta saber el nivel de capacitación de las policías. Volvamos a la editorial
que describe el caso del joven reducido y envuelto en papel plástico en
Santiago y que estuvo 20 minutos expuesto. ¿Dónde estaba la policía todo ese
tiempo en un sector céntrico altamente transitado? Esa si es falencia grave y
demuestra que algo está pasando en las policías.De hecho el mismo Senador
señala no saber si es por falta de policías o falta de facultades, lo que
demuestra que todo lo que dice en la entrevista son solo suposiciones.
Permítame un par de conclusiones para
avanzar: primero, si todas las políticas de combate al crimen han fracasado en
todos los gobiernos hay que cambia la mirada, las estrategias y prácticas, los
acompañamientos en la materia; se necesitan estudios profundos y no solo cifras
resumen; segundo, se requiere una mirada compleja del fenómeno de la violencia,
del crimen o los usos del tiempo. La idea que cometer un delito es gratis que
se menciona se basa en una asimilación de la sociedad a un supermercado y es en
definitiva esa mirada pobre y causalista la que está en crisis y que debe ser
superada.
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