Por estos días la prensa mundial se saborea recordando la caída del Muro deBerlín ocurrida el 9 y 10 de Noviembre de 1989. Veinte años de un día que hizo historia dicen, y sin embargo la efeméride oculta los antes, durante y después. En los periódicos del domingo en Chile, en sus páginas económicas se conmemoran, con particular alegría de los economistas, los 20 años de la publicación y entrada en vigencia de la Ley Orgánica del Banco Central de Chile, el 10 de Octubre de ese mismo año, y que venía a implementar el principio de independencia y autonomía de dicho órgano, establecido en la Constitución Política aprobada viciosamente por la dictadura de Pinochet. Y si bien es cierto faltan algunos días para que se cumpla su aniversario, para mi que soy un lector diario de titulares de prensa en la web, y a partir de ese ejercicio hago lectura de uno que otro artículo que me parece interesante, salvo la edición impresa para Chile de Le Monde Diplomatic, ninguno de los medios que informan a las mayorías de los lectores ha publicado una nota siquiera sobre la Convención sobre los Derechos del Niño y menos un balance sobre los avances y retrocesos de la calidad de vida de los menores que ésta debiese proteger.
Los que me conocen ya lo saben, soy un mal pensado, de manera que tiendo a creer que a los directores de prensa, habitualmente tan defensores de la familia, la tradición y la propiedad nos están contando solo lo que quieren que sepamos y no haciendo el recuento de la parte que no les conviene.
Nada se dice por ejemplo del hecho que la caida del bloque de paises denominados socialistas era no una victoria del capitalismo sino un desplome de un modelo construido sobre las mismas bases mecanicistas y de irrespeto por la naturaleza y buena parte de las poblaciones que no aceptaban someterse a los dictámenes centrales del partido que dominaba el estado. Tampoco se dice nada que se habló mucho de la bienvenida de la democracia pero que ella ha sido solo formal y que democracia y democratización no son lo mismo; la primera es la adopción de mecanismos formales de elección de ciertas autoridades y la segunda una trasferencia de poderes y aumento de participación cada vez mayor de los ciudadanos en las decisiones que les afectan. Mucho menos se ha hablado de como para los países antes partícipes de la órbita soviética las economías se desplomaron a niveles increóibles, esas sociedades algo más equitativas que las de occidente terminaron presas de mercadeos, mafias, monopolios y una cada vez más sostenida pobreza de sus habitantes. En eso hemos terminado siendo un solo bloque global de aumento sostenido de los beneficios financieros para unos pocos y de incremento sosteniodo de la desigualdad para la mayoría.
Lo que se ha impuesto sin duda es la opinión de los banqueros a quienes la reducción de las cifras de inflación, los equiliobrios macroeconómicos y las cifras que ameriten crecimiento continuo de las contabilidades de las empresas, que sorprendentemente aún no incorporn el valor de las externalidades que generan a sus impactos en el desarrollo de los países. Es cierto que las empresas, en cualquier modelo económico, debieran ser eficientes a escala pero también que debieran ser eficaces en lo humano, es decir, en los efectos que traen consigo para sus trabajadores como también para las comunidades más proximas a sus impactos de producción o comercialización. Los costos sociales y ambientales no son cuantificables, que uno sepa no existen modelos generalziados aplicables al respecto, con lo que la deuda social y ambiental ni siquiera se sabe a ciencia cierta cuanto es y cuanto debemos hacer para reducirla, suponiendo esa sea la idea.
Es verdad, a propósito de la misión encargada al Banco Central, que el control de la inflación es una cosa más que deseable, pero no basta con los números, se requiren trabajos mucho más sutiles que los finacistas no realizan y nunca acaban de explicarnos por que debe ser así. A saber: por que los remedios son infinitamente más caros en las farmacias que sus costos; por que si el kilo de trigo se vende por los productores a unos $128 (0,25 dolares) el kilo del producto para un país que diariamente lo consume a toneladas cuesta $800 pesos promedio, es decir 1,5 dolares. Esa si que es inflación y nadie da respuesta ni tiene formulas para controlar su aumento como si se controla el aumento de los salarios para que no incidan en la inflación nacional.
Menos - y este si es un tema invisible - se habla de las verdaderas condiciones de los niños y niñas en al cotidianeidad. Practicamente nadie respeta en verdad ni la dignidad, ni las necesidades ni los derechos de los niños y niñas. Los chicos son usados como moneda de cambio para hacer valer sus posiciones por padres separados por no haber sido capaces de mantener sus relaciones de pareja; los profesores siguen ejerciendo sobre ellos educaciones bancarias, donde se les trata como alcancias de conocimientos sin importar su necesidad ni coherencia, a pesar que Paulo Freire lo denuncio hace ya casi 40 años en su clasico texto "Pedagogía del Opimido"; los colegios de elite estresan a los críos con pruebas de ingreso que los obligan a competir a edades donde todo, incluso aprender, debería ser un juego; el comercio los convierte en pequeños demandantes de las novedades, para que crezcan consumiendo azucar y grasas que los volverán obesos, consumiendo plásticos y polietilenos que no serán degradados durante sus vidas; aprendiendo el habito de gastar a plazo y más de lo que producen; abandonados por sus padres sometidos a largas horas de trabajo y de traslado en ciudades cada vez más extensas, pasan horas viendo televisión o frente a pantallas de pc que los volveran a la larga solitarios empedernidos o comunicados sin piel ni gestos. Objetos de subsidios, de bonos, de cacería por los colegios que los necesitan para recibir aportes del estado, victimas de proxenetas, explotadores y abandono, entregados al cuidado de profesores subcualificados, guarderías disciplinantes, y organismos públicos que parece nada saben de niños y niñas, la Convención de los Derechos del Niño es una bonita ilusión, que opaca la realidad cuando se le nombra y se regalan unos globos, poniendo detrás las dificiles circuntancias de los niños que les tocó vivir a 20 años de la gesta de la libertad, el control de la inflación y el equilibrio macroeconómico.
¿Hasta cuando es sostenible todo esto sin estar generando futuros ciudadanos disociados, alienados y destruidos que se enfrentarán a una sociedad real, profundamente inequitativa, injusta, ineficaz e insostenible y que será co-producida por los de ahora y por ellos mañana? Parece se olvida que los niños aprenden lo que ven.
También pienso que, como toda metáfora que se toma literalmente, Gardel estaría equivocado si se cree cantandolo de forma desafinada 20 años no es nada.
Veinte años es mucho tiempo, es la mitad de mi vida y durante ellos han pasado muchas cosas que me han marcado definitivamente: hace 20 años se crearon Los de Abajo y ello me ha permitido seguir jugando al adolescente sin abandonar mis responsabiliddes; hace 20 años Pearl Jam lanzó su álbun Ten y me ayudó al ampliar mi horizonte musical más allá de la musica de protesta con charangos, a seguir todo este tiempo descubriendo y redescubriendo el rock y otras músicas diferentes a las que las radios, propiedad de los mismos de los periodicos, nos querían hacer escuchar a todos: solo pop y nada de musica contestaria, sensual o políticamente incorrecta. En estos veinte años me titule, hice postgrados, hice amigos inolvidables.
Definitamente veinte años no son nada, son mucho y para los que tienen hoy esos años o son menores de 20, todo.
Una cosa aprendí claramente durante estos veinte años y una reflexión realicé por sobre todo a partir de mi profesión y mis luchas por la apertura de espacios:
1.- No hay otro tiempo que el ahora. Es ahora cuando hay que actuar y no hay otra acción que la acción directa. Así que si queremos democracia hay que democratizar ahora y en vivo cada espacio que habitamos; si queremos estabilidad hay que primero optar por saber navegar en el movimiento y vivir vidas ecológicas, energéticas, económicas, emocionales y socialmente sustentables. O para decirlo en pocas palabras: aprender a vivir aquí y ahora con menos cosas, menos energía, más solidaridad y menos individualismo.
2.- Lo segundo es algo que mis colegas abogados van a rechazar de plano: los derechos no existen, se consiguen. Los tratados, convenciones, leyes, códigos y estatutos son garantías escritas o facultades para hacer dentro de un margen institucional, pero los derechos son otra cosa, son las necesidades y la dignidad de cada uno y eso más que escribirlo hay que vivenciarlo, hacerlo realidad aquí y ahora.
Nuestra crsisi es sobre todo crisis de percepción: no percibimos que es tiempo de hacer de otra forma y pensar de otra manera. Ayer ya es tarde y estamos atrasados veinte años, o cuarenta.
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